A lo largo del día, independientemente de lo que esté ocurriendo, puedes entrar en contacto contigo mismo, solo tienes que quedarte en silencio durante un momento y ser consciente de lo que está sucediendo en tu interior y a tu alrededor.
- Contacta con tu respiración y préstale atención tal y como es en ese momento, sin modificarla ni controlarla. Nota como entra el aire por las ventanas de tu nariz y como se expande por tus pulmones, nota como sale de nuevo por tu nariz o boca.
- Observa las sensaciones que surgen en tu cuerpo o cualquier tensión o tirantez.
- Céntrate a continuación en cualquier pensamiento que pueda estar surgiendo en tu mente, obsérvalo sin juzgarlo, simplemente déjalo estar.
- Observa también cualquier estado de ánimo o emoción que estén presentes, si son agradables o desagradables, reconócelas y acéptalas sin juzgarlas.
- Cuando observes que tu mente se distrae con algún pensamiento o cualquier otra cosa, se consciente y entonces redirige suavemente tu atención a la respiración.
Si realizas esta pequeña meditación todos los días aprenderás a apreciar con integridad todo lo que aporta la vida y a mirar con visión apreciativa todo lo que te ha tocado vivir.