La mayoría de las personas en ciertos momentos, o situaciones de nuestras vidas, nos podemos sentir amenazadas por experiencias internas (emociones, recuerdos o pensamientos negativos recurrentes), por perdida de personas queridas, por situaciones desagradables… y esto nos genera sentimientos negativos. La forma que cada persona tiene de procesar esa información es importante porque va a condicionar todas sus decisiones y conductas.
Cuando nuestra atención es absorbida y nos sentimos abrumados por recuerdos, emociones, pensamientos negativos, etc. dejamos de estar viviendo el momento presente, nuestro cuerpo empieza a reaccionar antes incluso de que seamos conscientes, y nuestras emociones nos abstraen y centran nuestros pensamientos y comportamientos.
Hasta aquí todo normal, el problema empieza cuando pasamos demasiado tiempo respondiendo a pensamientos, sentimientos y recuerdos dolorosos como si fueran acontecimientos reales, en vez de vivir el momento presente. Esta situación suele generarnos malestar y por ello tendemos a realizar conductas para eliminarlo o evitarlo. Desgraciadamente nuestras estrategias de eliminación o evitación de estos pensamientos intrusivos o emociones negativas, de este malestar, a menudo, solo sirven para aumentar la frecuencia y la intrusividad de dichos pensamientos, sentimientos… en resumen para hacernos sufrir más; en esta situación nuestras estrategias crean, paradójicamente, una prisión en la que nuestros intentos por rechazar e ignorar las experiencias dolorosas sólo sirven para arrastrar nuestra atención de nuevo a estas experiencias dolorosas y acabamos metidos en un círculo en el que re-experimentamos una y otra vez el sufrimiento, mientras intentamos rechazarlo y lo que conseguimos es aumentarlo.
Está claro que muchos de los esfuerzos de nuestra mente están dirigidos al control de dichas situaciones, pero ese control no nos enseña a observar sin juzgar la creación y el surgimiento de pensamientos y emociones en la pantalla de nuestra consciencia.
Mindfulness nos enseña a estar atentos a estas situaciones, emociones y pensamientos. Pasamos a modo observador y somos capaces de darnos cuenta y de describir lo que ocurre en nuestro interior en lugar de ser absorbido, es decir no ayuda a ponernos en modo observador-descriptor, nos ayuda a damos cuenta de cómo nuestra conciencia es tomada por estas preocupaciones internas y como esto afecta a nuestras emociones y entonces somos capaces de hacer que la atención regrese y volver a modo presente.
Quedarnos en el momento presente, tampoco nos solucionará la situación, ya que tarde a temprano esta volverá a aparecer. De modo que deberíamos dar un paso más y trabajar la compasión (autocompasión) de la que he hablado en otras entradas.
Por ello deberíamos trabajar habilidades de compasión que incluyan:
- Trabajar nuestra sensibilidad en relación con nuestro propio malestar, teniendo en cuenta que las propias emociones de amenaza (ira, ansiedad, tristeza) pueden bloquear esa sensibilidad.
- Abrirnos emocionalmente y conmovernos por los sentimientos, el malestar y las necesidades de los demás.
- Aumentar nuestra capacidad de tolerar el malestar y las emociones, vinculado a la capacidad de «estar con» emociones dolorosas y adversas de uno mismo o de los demás sin evitarlas ni intentar atenuarlas, pero estando en momento presente.
- Desarrollar la empatía, que implica «ponerse en la piel del otro» y desarrollar introspección para entender por qué los otros pueden sentirse o actuar como lo hacen. De este modo aprenderemos a comprendernos mejor y ser más compasivos con nosotros.
- Desarrollar el no juzgar, que es una manera de abstenerse de condenar y acusar.
Por último me parece importante recordarnos que debemos realizar este trabajo desde una atmósfera emocional de calidez y bondad hacia nosotros mismos y hacia los demás.